martes, 18 de diciembre de 2012

Tormenta

Como una tormenta eléctrica que se avecina sobre las neuronas, lluvia de neurotransmisores, granizo, rayos y truenos.
Así, sin tiempo siquiera a desplegar el paraguas, así llegan los días rojos, pasando en milisegundos del neutro al gris, del gris al negro y del negro al rojo. Frío, blanco, y luego, lentamente, rojo.

Después del rojo un standby, silencio. Silencio en todas partes, por dentro, por fuera, salvo en el blanco, que va tornándose rojo. Como bolas en un árbol de navidad. Perladas, luego río. Sin tráfico marítimo ni barcos, son ríos no navegables, de lo más hostil.

Y cuando la tormenta se va, sólo quedan atisbos de emociones perdidas, desangeladas, que no encontraron su momento perfecto, tales como vergüenza, el arrepentimiento sale a flote, y lentamente se ahoga la culpabilidad.

Todo el mundo debería llevar siempre un paraguas encima, para situaciones como esta.


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